Pitazo final en el Estadio Carlos
Dittborn de Arica. Una vez más Universidad Católica queda segunda en la tabla
de posiciones. Todo acabó y se inscribe un nuevo fracaso en la historia del
club de mis amores. Son las 17:30 y no se oyen bocinazos en la calle; todo parece
muy normal, inclusive creo que todavía no termina el torneo, pero lo medios de
comunicación me dicen lo contrario.
Unión Española es campeón, justo
campeón. Felicitaciones a su hinchada, a sus jugadores y a su cuerpo técnico. Tuvo
la misma cantidad de victorias, empates y derrotas que la UC, pero recibió
menos goles y mantuvo su esquema desde la fecha uno a la fecha diecisiete. Eso
se llama regularidad y convicción inquebrantable.
Tengo la misma convicción cuando me pongo la camiseta de franja celeste en campo blanco para ir al
estadio a romper la voz, sobre todo ahora que no dejan ingresar bombos ni
trompetas. Cuando el equipo gana se celebra, cuando empata se celebra y cuando
pierde, también, porque se celebra el amor por los colores, y eso no se transa
por un resultado.
Estoy listo para recibir burlas e
insultos, porque en la derrota y en la victoria siempre se vive la emoción de
ser hincha, siempre prevalece la tranquilidad de que los jugadores mojaron la
camiseta hasta el final. Pero el partido final contra San Marcos de Arica fue
distinto. Se jugó con imprecisión tanto en la defensa como en el ataque,
errores que dan cuenta de una inconsistencia que se repitió en los momentos claves de la competencia. San Marcos estaba descendido, estaba herido y aun así luchó con honor y pudo habernos
ganado.
Que te ganen el campeonato por
diferencia de goles deja una sensación amarga. Pero cuando vez la tabla, una
vez completadas las diecisiete fechas del torneo, recuerdas los puntos perdidos
en casa contra Palestino, Santiago Wanderers, Iquique y precisamente, Unión
Española. Apostar a una goleada en el partido final y esperar un milagro en el
partido de tu rival es como aquel estudiante que quiere salvar el año estudiando
un día antes de los exámenes. No tiene sentido sufrir ahora; pudimos haber sido campeones hasta con tres
fechas de anticipación.
En este momento se especula sobre
la salida del director técnico Martín Lasarte. Este lunes Rodolfo Neme,
ayudante del entrenador uruguayo, declaró que desea continuar el proceso con
Universidad Católica, pero que no pueden prometer títulos. Entonces ¿para qué
jugar? ¿Acaso no saben en qué institución están trabajando? Esas palabras me dan a entender que les da lo mismo seguir perdiendo títulos. Si están hablando de crear un proyecto a largo
plazo, les aviso que hay otras maneras de decirlo sin dejar esa sensación de conformismo, por lo demás, bastante mediocre.
En definitiva el balón seguirá rodando y
debemos mejorar. Si falta gol, se trae a un goleador de categoría y no alguien
que venga a probar suerte. Si se va Tomás Costa y Carlos Villanueva, se
requiere frescura en el mediocampo y así sucesivamente. No olvidemos que hay una
cantera fructífera que espera su oportunidad, por lo tanto, las incorporaciones
deben ser las precisas; cinco serían las ideales para reemplazar a los que se
van y reforzar un plantel que jugará Torneo Nacional y Copa Sudamericana. No vale
la pena dar nombres porque uno no los decide.
Amigas y amigos cruzados: estos
momentos sirven para poner a prueba a los verdaderos hinchas. Aquellos que
llevan su camiseta como una armadura que los fortalece y los identifica. Los
que levantan la frente tras la derrota y prefieren morir antes que abandonar sus
colores. Vamos los cruzados de corazón, que nuestra pasión no cambie para el
semestre que viene. Ahora más que nunca se necesita de nuestro apoyo. Juntos
vibremos con ardor y llevando en el alma un deseo de triunfar, por la Patria,
Dios y la Universidad.
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